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La industria sin chimenea de RD

Nota del editor: Pueden ver la versión en inglés aquí.

Después de que el utility Osvaldo Virgil se convirtiera en el primer dominicano que jugó en Grandes Ligas en 1956, pasaron 30 años para que la isla caribeña completara su primer centenar de representantes en el mejor béisbol del mundo. En las próximas tres décadas la cifra se multiplicó por seis, impulsada por la construcción de academias que explotan una veta que parece inagotable.

El levantamiento de academias de desarrollo a lo largo de una gran parte de la geografía quisqueyana, un experimento que arrancó con modestos ensayos en los últimos años de la década de los setenta y los primeros de los ochenta, pero que tomó forma real con la apertura de Campo Las Palmas de los Dodgers de Los Angeles en marzo de 1987, fue el catalizador de lo que hoy día es la industria sin chimenea de República Dominicana.

En la actualidad, las 30 organizaciones de Grandes Ligas tienen academias, que incluyendo los bonos que se otorgan a los nuevos prospectos, inyectan un promedio superior a los $90 millones de dólares anuales a la economía local, según estimaciones de la oficina de Grandes Ligas en Santo Domingo.

De acuerdo a Rafael Pérez, director de las operaciones de MLB en la isla, en los últimos 10 años se han construido 15 academias a un costo promedio de $4 millones de dólares. Las más modernas y lujosas han costado entre $6 y $8.5 millones, una cifra exorbitante en comparación con los $785 mil dólares que costó Campo Las Palmas.

"Ahora mismo todos los equipos tienen o están en proceso de mudarse a centros nuevos. Los Dodgers están renovando Campo Las Palmas, Filadelfia y Minnesota están terminando sus propias academias, mientras que San Luis se mudará a una instalación que construye un inversionista privado", dijo Pérez desde Santo Domingo.

"El impacto de las academias ha sido grandioso. En República Dominicana se están firmando entre 450 y 500 peloteros anuales y una de las razones de eso, es que cada equipo cuenta con las condiciones óptimas para desarrollarlos", dijo Pérez.

De acuerdo a un estudio realizado por Grandes Ligas desde el 2003 y actualizado en 2014, la industria del béisbol estadounidense, incluyendo una porción de los salarios que devengan los peloteros dominicanos en rosters de 40, aporta entre $150 y $170 millones de dólares a la economía de la isla. Solamente por concepto de construcción y operación, las academias generan miles de empleos directos e indirectos.

Sin incluir los jugadores, cada academia de Grandes Ligas en República Dominicana tiene un promedio de 30 empleados fijos.

Las academias no solamente preparan a los chicos, generalmente de 17 a 19 años, en técnicas del juego, sino que además han implementado programas educativos que ofrecen clases de inglés; talleres de liderazgo, control de estrés y de ira, etiqueta y protocolo, cultura general americana y educación formal.

Básicamente, las academias ofrecen a los jovencitos herramientas para desenvolverse en el futuro, incluso si no alcanzan la meta de jugar en Grandes Ligas. Los números son demoledores: Menos del 3% de prospectos que fueron firmados en República Dominicana en el 2006 logró llegar a las ligas mayores, en comparación con el 11.5% de los que fueron reclutados en Estados Unidos en ese mismo período, de acuerdo a cifras publicadas por la revista "Mother Jones" en el 2013.

Datos de la industria obtenidos por ESPNdeportes.com nuestran que entre 3-5% de peloteros firmados en República Dominicana llega a las ligas mayores, en comparación con entre 11-17% de los firmados en Estados Unidos. El 50% de los peloteros que alcanzan las ligas mayores salen de las universidades norteamericanas, el 25% de las escuelas secundarias y el 25% del mercado internacional.

Un pelotero dominicano de Grandes Ligas se toma actualmente entre cinco y siete años de formación en los circuitos minoritarios.

Años antes que los Dodgers, los Azulejos de Toronto y los Cardenales de San Luis ensayaran con la idea de tener lugares propios para entrenar y albergar a sus prospectos, sus instalaciones no contaban con las facilidades que Peter O´Malley, el presidente de los Dodgers, exigió para Campo Las Palmas cuando autorizó el proyecto a Rafael Avila, quien para entonces era el supervisor de las operaciones dominicanas del equipo de la Liga Nacional.

"O´Malley me dijo que si ibamos a hacer algo, pues entonces lo haríamos bien", dijo Avila a ESPNdeportes.com desde su hogar en Miami. "Los Dodgers querían un lugar en donde los jugadores tuvieran el ambiente adecuado para desarrollar sus cualidades atléticas, pero también en donde estuvieran seguros, aprendieran algunas de las cosas que enfrentarían en Estados Unidos y se sintieran como si estuvieran en casa", agregó Avila.

Campo Las Palmas, levantada en una vasta extensión de 96,000 metros cuadrados en Guerra, un municipio de la provincia Santo Domingo al este de la capital dominicana, revolucionó la forma de captar, desarrollar e impulsar el talento dominicano. La instalación está dotada de dos terrenos completos, dos medios terrenos para entrenar infielders, gimnasio, comedor, sala de juego y de estudios, un edificio de dormitorio con capacidad para albergar cómodamente a 100 peloteros y una finca que anteriormente producía casi toda la comida que se consumía en el lugar.

De allí salieron el lanzador Pedro Martínez, quien en julio entrará al Salón de la Fama de Coopertstown, y sus hermanos Ramon Martínez y Jesús; los también lanzadores Pedro Astacio y Juan Guzmán, los infielders Adrián Beltré, José Offerman y José Vizcaíno y el jardinero Raúl Mondesí, entre muchos otros.

"La primera vez que entré a Campo Las Palmas creía que estaba en el cielo del béisbol. Nunca había visto algo así en mi vida. Todo ordenado y limpio y terrenos de juego completamente llanos", dijo Mondesí, quien fue el Novato del Año de la Liga Nacional en 1994, ganó dos Guantes de Oro y logró dos 30-30 durante su carrera de 13 años en Grandes Ligas.

Tras dejar los diamantes de béisbol, Mondesí incursionó en la política de su país y actualmente cumple un segundo período consecutivo como alcalde de San Cristóbal, su ciudad natal en el sur dominicano.

Conforme aumentó la construcción de academias, se disparó el número de peloteros dominicanos que llegan a las ligas mayores. De 110 en 1987, el número saltó a 309 en el 2000 a 503 en 2009 y a 640 cuando el infielder Wilmer Difó debutó con los Nacionales de Washington el pasado 19 de mayo. Salvo algunas raras excepciones, la gran mayoría de los 500 peloteros dominicanos que llegaron a Grandes Ligas desde 1991 se forjaron en las academias de la isla.

Pedro Martínez, quien en enero fue electo al Salón de la Fama con un 91.1% de los votos posibles, ganó tres premios Cy Young y 219 juegos durante una estelar carrera con Dodgers, Montreal, Medias Rojas de Boston, Mets de Nueva York y Filis de Filadelfia. Su hermano mayor, Ramón, fue un ganador de 135 partidos en 14 temporadas con Dodgers, Boston y Piratas de Pittsburgh.

El jardinero Vladimir Guerrero y el antesalista Beltré son fuertes candidatos para alcanzar el Salón de la Fama cuando sean elegibles. Mientras Guerrero, un nueve veces Todos Estrellas y Jugador Más Valioso de la Liga Americana en el 2004, entrará a la boleta de Cooperstown en diciembre del 2016. Beltré aún está activo con los Texas Rangers.

De las 30 academias, 27 están ubicadas en el este de República Dominicana, en un corredor entre el balneario Boca Chica y San Pedro de Macorís. Solamente Oakland y San Luis (en Villa Mella) y San Diego (en San Cristóbal), están fuera del área.

"El público corriente jamás podrá entender el grado de importancia que han tenido las academias en la formación de jugadores como Pedro Martínez, para citar un ejemplo", dijo Eleodoro Arias, el entrenador de pitcheo que formó a los hermanos Martínez y a la mayoría de lanzadores latinoamericanos que salieron del sistema de los Dodgers en las dos décadas anteriores.

"Fueron muchas jornadas de trabajo extra en días regulares y trabajo en temporada de vacaciones que se hicieron gracias a contar con un lugar propio, que facilitaron el desarrollo de Pedro y muchos otros", agregó Arias.

"Las academias han sido claves para aumentar la cantidad de jugadores que se firman, acelerar y mejorar el desarrollo de los mismos y aumentar el porcentaje que logra la meta de jugar en Grandes Ligas. En el béisbol, todo se trata de números y los números de las academias son extremadamente positivos", dijo Pérez.

Pero no todo es color de rosa. La muerte en 2011 del prospecto de los Nacionales de Washington, Yewri Guillén, de 18 años, abrió una caja de pandora sobre el protocolo de condiciones sanitarias de las academias dominicanas.

Inicialmente médicos dominicanos informaron que Guillén falleció de meningitis bacterial, pero posteriormente el comité médico de las ligas mayores anunció que fue por una infección cerebral como resultado de una infección agresiva de sinusitis. El comité, además, concluyó que los Nacionales tomaron los pasos apropiados para asegurarse de que el cuidado médico fuera el apropiado y que se siguió el protocolo para evitar un brote de meningitis.

Sin embargo, un reporte de "Mother Jones" indicó que los Nacionales no tenían en su academia el personal médico autorizado para tratar la enfermedad de Guillén y que 21 de las 30 organizaciones, incluyendo los Nacionales, no tenían contratados a trainers certificados en sus instalaciones.

"Para nosotros, la salud de los muchachos es una parte crítica y esencial. Hemos puesto énfasis en mejorar los protocolos que existen desde el principio. Somos muy proactivos en ese sentido", dijo Pérez.