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Un camino diferente hacia MLB

Nota del editor: Pueden ver la versión en inglés aquí.

Cuba es un país atípico. Todo lo atípico que puede ser un país gobernado con mano durísima por más de medio siglo por dos hermanos, como si se tratara de una dinastía feudal.

Eso ha hecho que todas las cosas en la isla se hagan de una manera diferente a como ocurren en casi todo el resto del planeta, incluida la forma en que los peloteros cubanos llegan a las Grandes Ligas.

Antes de la llegada de los hermanos Castro al poder, Cuba era la principal -- y casi única -- fuente de jugadores extranjeros en las Mayores.

Pero las fluidas relaciones entre Estados Unidos y Cuba en prácticamente todas las esferas de la sociedad se rompieron de golpe y de pronto pasaron a ser enemigos irreconciliables.

La fuente se cerró, más no se secó. Por 30 años, las Grandes Ligas se perdieron a la generación más brillante de peloteros que haya parido la isla.

Sólo Bárbaro Garbey, suspendido de por vida en Cuba y llegado a Estados Unidos en el éxodo del Mariel en 1980, llegó a las Mayores desde que se eliminó el profesionalismo en 1962 y se establecieron las series nacionales amateurs.

Así fue, hasta que en 1991, el lanzador René Arocha cambió la historia. En una escala de la selección nacional en Miami, abandonó el grupo y escapó en busca de libertad.

Desde entonces, lo que primero fue un goteo, con otros escapes esporádicos, se convirtió en un torrente incontenible, con diferentes variantes, pero ninguna como pasa con el talento de República Dominicana o Venezuela, por citar sólo dos países, a donde los scouts pueden ir en busca de los mejores prospectos.

Quien se atreva a ir a la isla para tratar de negociar un contrato con un jugador está sujeto a largas penas de cárcel, como los 15 años que pasó en prisión Juan Ignacio Hernández Nodar, acusado de "intentar robarse" a Orlando "El Duque" Hernández.

Entonces, los contactos y coordinaciones deben hacerse en el extranjero, con el secretismo de una operación de la CIA, hasta lograr la fuga del pelotero.

Pero ese estilo está cada vez más en desuso y ahora la forma de moda involucra a traficantes de personas y hasta a carteles de droga de México como Los Zetas.

Lanchas rápidas llegan hasta las costas cubanas y los peloteros arriesgan hasta su vida en peligrosas trayectorias marítimas en pos del sueño de las Grandes Ligas.

Los ubican en un tercer país, desde donde firman como agentes libres unos contratos exorbitantes, sin siquiera haber visto jamás un pitcheo con categoría profesional.

Cada semana nos enteramos que tal o más cuál jugador ya no está en la isla y aparece semanas después en República Dominicana o Haití, dos de los destinos preferidos de los traficantes y los propios peloteros.

Son historias turbias con ingredientes como sobornos, amenazas, demandas legales y extorsiones, que muchas veces terminan con acuerdos extrajudiciales o se diluyen cuando el jugador se convierte en una estrella del mejor béisbol del mundo.

Ahora hay una nueva modalidad, más segura, pero igualmente atípica, más bien, inédita: tras conseguir una visa de algún país, los peloteros piden la baja de sus equipos en Cuba y se marchan tranquilamente por el aeropuerto de La Habana y una vez que llegan a su destino, comienzan el papeleo para la agencia libre.

Y es que el régimen, asfixiado económicamente, se ha visto obligado a aflojar la mano en algunas esferas del férreo control a la población, una de ellas la relacionada con la libertad para viajar al exterior.

Da la impresión que a los peloteros que hace unos años competían por la gloria de representar a la Patria en competencias internacionales ahora sólo les interesa encontrar una vía cuyo punto final sea jugar béisbol en Estados Unidos.

Y al ritmo de los acontecimientos de los últimos meses, no parece lejano el día en que las franquicias de las Mayores establezcan en la isla sus academias, como hay hoy en Dominicana, para desarrollar y captar lo mejor del béisbol cubano.

Entonces, aunque el régimen totalitario no desaparezca, Cuba dejará de ser un país atípico, al menos en la manera en que sus peloteros lleguen a las Grandes Ligas.